sábado, 12 de enero de 2013

La ley de la Atracción


¿Qué hace que desarrollemos estrategias para atraer algo? Contemplando la naturaleza nos damos cuenta del juego de la Atracción. Mientras la flora y la fauna, en larguísimos plazos de tiempo se han ido metamorfoseando, creando increíbles elementos físicos y químicos en su anatomía con el único fin de atraer y establecer simbiosis, o de advertir y alejar a posibles depredadores, la especie humana apenas ha desarrollado recursos físicos para conseguir tales resultados.

Por el contrario, se podría decir que los humanos en la facultad de nuestros sentidos más básicos, hemos optado por la comunicación verbal, la voz, la cualidad que nos hace únicos en el planeta. Compartimos los mismos sentidos que el resto de la fauna del planeta, pero en comparación, nuestras capacidades son mínimas respecto de las distintas especies. Sin embargo, la voz, el verbo, que no es un sentido, si no más bien una función, es lo que nos distingue realmente del resto de las especies. Lo que una planta consigue con un color, o un animal lo hace mediante un olor, nosotros lo hacemos mediente el lenguaje, pero sometido al entendimiento.

Una planta con flor como la Tibouchina urvilleana, también conocida como Flor Princesa, es capaz de mostrar unos colores llamativos y unas formas dificilmente imaginables por nosotros para una flor. Sin embargo, en la naturaleza, todo obedece a un patrón, todo está establecido dentro de un orden en constante evolución. Formas, colores, aromas, sabores, todo, absolutamente todo está ordenado en el universo.

¿Se podrían considerar nuestras capacidades mentales y emocionales capaces de lograr los objetivos de la vida como lo hacen las plantas y los animales? El que una flor se desarrolle creando llamativos colores y fragantes aromas para atraer a algún polinizador que colabore en su evolución, significa que es capaz de cambiar una realidad establecida y crear otra más evolucionada según las necesidades de un patrón. Sin embargo es necesario que el azar juegue un parte importante del ciclo completo. Y esto ocurre.

Si como dicen los textos antiguos, «la naturaleza está creada para servir a la humanidad», también es bien cierto que el desarrollo evolutivo humano es mucho más complejo que el de el resto de la naturaleza. Por consiguiente, la forma en la que resolvemos nuestro paso por la vida ha llegado a generar muchas trabas en este proceso, llevándonos a desarrollar complejas funciones asociadas a nuestros mermados sentidos. Estas funciones son las emociones y las virtudes.

Y volviendo a realizar la pregunta del comienzo de esta entrada: ¿Podríamos usar la intención para crear un entorno favorable a nuestro alrededor para que se den las circustancias necesarias en la evolución de cada uno de nosotros? Según la ley de la atracción sí. Creando una inteción constante en nuestra mente, generaríamos un campo de vibración con un concepto, y el azar debería hacer el resto. La suma de estos dos componentes deberían coincidir con el patrón de nuesta evolución personal.

La mayoría de las flores que necesitan ayuda para su polinización, se hacen a si mismas muy atractivas y llamativas para asegurar la atracción de los polinizadores, tanto que hasta nuestros sentidos se rinden ante tanta belleza. Pero en el caso de otras flores como la Flor Princesa, ¿qué ha hecho necesario que elija sus atrayentes colores y sisnuosas formas? en realidad no lo necesita, es una planta bisexual que no precisa de polinizadores externos. Sin embargo nos atrae y nos maravilla, y no parece tener más función que esa, deleitarnos a través de nuestros sentidos.

Si una planta es capaz de tal poder de evolución y cambio por el simple hecho de ser bella, ¿podemos nosotros con nuestra intención generar la atracción de la felicidad, armonía y prosperidad en nuestra vida? Por supuesto que sí. Las emociones y las virtudes no tienen porque estár sometidas a la razón, si no, a los sentidos.

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