martes, 19 de noviembre de 2013

Sobre los cuencos tibetanos



Sobre cuencos tibetanos y otros instrumentos naturales


Nota: Este documento se está editando y ampliando actualmente, por favor, vuelva a visitarlo más adelante para poder leer la versión final. Muchas gracias.

Origen de los cuencos tibetanos.

Los antiguos chamanes siberianos, místicos orientales y médicos de la India y Nepal, solían contar una historia sobre la necesidad de crear un instrumento de sanación que estuviera en consonancia de vibración con el universo, y que imitándole, ayudase a devolver la salud a las personas. De esa manera llegó la invención, o mejor dicho, el descubrimiento de una serie de instrumentos que imitaban «la música de las esferas». Estos instrumentos sagrados en sus culturas, son los cuencos de metal, gongs, crótalos y campanas. En otro orden de las cosas, también son instrumentos sagrados y sanadores todos aquellos que construidos con materiales naturales, tratan de imitar los sonidos de la naturaleza, como pueden ser los tambores chamánicos, didgeridoos, palos de lluvia, tambores oceánicos, tambores tormenta, etc. Y por supuesto, el instrumento más natural y terapéutico de todos, la Voz.

Hoy en día, gracias a la NASA y a los dispositivos de grabación que transportaba la sonda Voyager, sabemos que «la música de las esferas» es una realidad. Los planetas de nuestro sistema solar, incluida nuestra Tierra, en su incansable viaje por el espacio, emiten una vibración constante, que ha sido captada por dicha sonda. En Nepal y la india, la fabricación de los primeros cuencos metálicos, más conocidos como cuencos tibetanos, se fabricaron usando siete metales, uno por cada planeta conocido en aquella fecha. Oro, plata, zinc, cobre, níquel, hierro y antimonio. Como quiera que sea, la causalidad juega otra vez con el número siete, quizás con más relación con otros aspectos sutiles relacionados con el número siete. Las notas musicales, el sistema básico de chakras, los días de la creación y de la semana, los límites de los siete colores del espectro del arco-iris que es capaz de captar el ojo humano, etc.

Los cuencos tibetanos se idearon con la finalidad de poder reproducir el sonido de «la música de las esferas» como una forma de ayudar al cuerpo a recordar y recuperar esas frecuencias.


Todo en el universo es vibración

«Todo en el universo es vibración», nosotros formamos parte del universo, y vivimos, sentimos y nos nutrimos en él y de él. Somos el microcosmos del macrocosmos que es universo. Somos un reflejo a escala terrestre de la inmensidad. Y todo lo que ocurre, lo hace vibrando, desde nuestras células hasta nuestros sentimientos, pasando por todos los procesos biológicos y emocionales. Si entendemos que los estados de salud ocurren cuando cada célula del cuerpo se mantiene vibrando en su frecuencia original, también podemos saber que la enfermedad comienza cuando un grupo de células abandona su frecuencia de vibración y se aleja de ella, dejando así de realizar sus funciones de la manera adecuada.

Las terapias vibracionales se basan en mantener la frecuencia de vibración de cada célula del cuerpo, y de hacer volver a su vibración original a las células que la han perdido, con la intención de hacer volver al cuerpo a un estado de normalidad. Para ello la sonoterapia se sirve de este tipo de instrumentos. Puede ser muy difícil saber cual es la frecuencia de vibración de cada una de las células del cuerpo, pero durante una sesión práctica con cuencos tibetanos, usando una variedad de matices sonoros y rangos de vibración, se ha podido comprobar que las células enfermas pueden reconocer una frecuencia de vibración original. Si la célula es capaz de acercarse a la frecuencia reconocida, llegará a vibrar de nuevo en su frecuencia adecuada, y en consecuencia, volverá a realizar sus funciones con normalidad, haciendo que el cuerpo retome su estado de salud.


Trabajo con cuencos tibetanos y otros instrumentos naturales

Todas las terapias naturales, más conocidas por el término «holísticas» se sirven mayormente de los sentidos para alcanzar y profundizar en el cuerpo, logrando de esta manera, poder llegar hasta los órganos internos, donde las dolencias emocionales y físicas han comenzado a crear una u otra patología.

El trabajo con cuencos tibetanos, como terapia vibracional holística, se considera sonoterapia o musicoterapia. Ya que como un instrumento musical, su vibración genera un sonido fundamental y una gran variedad de sonidos armónicos, dependiendo de la manufactura de cada cuenco. Por lo tanto, el sentido del tacto y el del oído, juegan un importante papel en la recepción e interpretación de la vibración y los sonidos, sin olvidarnos por supuesto, de la resonancia del propio cuerpo. Personalmente, prefiero el término sonoterapia cuando me refiero a instrumentos como los cuencos tibetanos, ya que, aunque se puede llegar a sentir que se hace música con ellos, en realidad no son instrumentos afinados, lo que hace que cada sesión sea una improvisación que va surgiendo con la percepción energética de la necesidad de un sonido variante y constante, que no obstante conforma una melodía.

La armonización y equilibro de los dos hemisferios cerebrales mediante la emisión de ondas alfa, son los primeros efectos que el sonido y la vibración del los cuencos tibetanos tienen sobre las personas, favoreciendo así, un estado de relajación y quietud mental. Además, ayuda a eliminar las resistencias que pueda tener el cuerpo para alcanzar estados meditativos y predispone al cuerpo físico y mental a polarizarse, abandonando tensiones y actitudes negativas o de defensa.
Más profundo, a nivel orgánico y estructural, estas vibraciones con sus sonidos, fomentan el equilibrio en los procesos celulares, facilitando y acelerando la sanación y la armonía entre los cuerpos físico y emocional.

A través del sentido de oído, con los sonidos sutiles, se consigue la armonía mental gracias a que este sentido es un vehículo que lleva el sonido a la mente. Pero lo más importante de este sentido es que está ligado directamente a los riñones como órgano energético, por lo que estos órganos tan importantes para la vitalidad física, se ven rápidamente estimulados y fortalecidos. Esto hace que el cuerpo físico se reconstituya y ayude a que el sistema inmunológico se fortalezca, consiguiendo así una reacción en cadena, donde la sensación de bienestar físico y la relajación mental van favoreciendo los niveles de autosanación.

Otra factor muy importante es la parte emocional. La vibración emitida por los cuencos tibetanos recorre y se transmite sobre todo por el sistema óseo, mientras que el sonido lo hace más fácilmente por el agua del cuerpo. Si tenemos en cuenta que gran parte del volumen corporal lo forma el esqueleto, y que del volumen total, el porcentaje de agua es de un 70%, entendemos que nuestro cuerpo es un perfecto resonador, tanto para la vibración como para los sonidos naturales que emiten estos instrumentos. Las emociones sufridas y retenidas en el cuerpo por no haber sido liberadas, pueden llegar a dañar nuestro sistema de defensas y hacer mella en los órganos principales, entonces, llegado el caso de saturación emocional, dar paso a una o varias patologías, tanto psíquicas como físicas. Las emociones recientes se mantienen en el agua de nuestro cuerpo, y el sonido de los cuencos tibetanos ayudará a disolverlas y liberarlas. Las emociones más antiguas y no superadas, necesitan un espacio más denso para poder mantenerse en el cuerpo, y por eso buscan los huesos, para instalarse como parásitos energéticos. En este caso será la vibración emitida por los cuencos tibetanos que, atravesando todo el esqueleto, facilitará la absorción de estas emociones hacia tejidos más blandos para su posterior eliminación.

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